Las arcillas son compuestos
muy abundantes en la naturaleza, que se encuentran en la composición
de los suelos.
Existen dos teorías fundamentales
sobre la formación de las arcillas.
La teoría geológica,
que considera la arcilla como el resultado de descomposición de los
feldespatos, que son rocas compuestas por silicatos dobles de aluminio,
potasio, sodio, y calcio, por la acción de agentes físicos (calor, presión,
etc..) y químicos (reacciones quimicas).
La teoría química
o de disolución , según la cual las arcillas se habrían formado por
reacciones físico-químicas de los fedespatos en determinadas condiciones
de temperatura y acidez.
Ambas teorías han sido comprobadas
por ensayos de laboratorio y, probablemente, tiene tanta evidencia una
como otra. El resultado de esta composición de los feldespatos, de arcilla
, es un conjunto se silicatos hidratados de aluminio.

La estructura molecular de
las arcillas, que ha podido ser comprobada por medio de estudios con
rayos X, tiene una disposición reticular cristalina, con los átomos
dispuestos en estratos unidos con débil fuerza molecular. Esta disposición
es característica de los silicatos, debido a que el átomo de silicio
combina cuatro átomos de oxígeno, dejando libres cuatro cargas negativas,
que se agrupan en forma de tetraedros, con los átomos de oxígeno en
los cuatros extremos y el átomo de silicio en el centro.
Los complejos de silicatos
hidratados de aluminio constituyen lo que se llama una arcilla químicamente
pura y reciben generalmente el nombre de caolín. Pero es muy difícil
encontrar en la naturaleza el estado puro de las arcillas; normalmente
están acompañadas por otras sustancias, consideradas impurezas, que
les confieren diferentes características.
La impurezas son principalmente
sustancias orgánicas y óxidos metálicos, que son determinantes de su
utilización industrial, por cuanto de ellas dependen la coloración,
el grado de dureza, la porosidad, etc.